viernes, 12 de junio de 2009

Estudio


Tenía que hacer tantas cosas que no sabía por donde empezar y cada vez que lo pensaba, el bloqueo permanente al que estaba dispuesto su raciocinio se volvía un laberinto insalvable. Se levantó y comenzó a leer despacio, a utilizar el poder de la razón para dar sentido a aquellos papeles que una vez escudriñados, eran casi imposibles de memorizar. Lo había probado todo para que la templanza ocupase su espíritu y así estar renovada para empezar de cero. Y cuanto más quería cambiar las cosas, menos parecía que el estado de las mismas fuera a ser distinto.

Era simplemente agotador. El calor veraniego de la capital comenzaba a envolver la ciudad y el ruido del ventilador, como tantas otras veces, la acompañaba en una habitación llena de luz, pero no exenta de una sensación de agobio y asfixia. ¿Era una confabulación para la derrota de su voluntad o un acto de rebeldía contra la obligación? Seguramente, simple vagancia, pero a menudo tendemos a justificar todos aquellos actos de los que no gustamos; al fin y al cabo, nunca es tarde para cambiar de rumbo y mientras tanto, más vale no pensarlo demasiado.

Se acercaba la hora del examen y no sabía hasta qué punto recordaría todas aquellas historias tantas veces leídas.

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