martes, 28 de diciembre de 2010

Internet, periodismo y política...



Con el revuelo generado a raíz del bloqueo de la conocida como Ley Sinde, me gustaría escribir para aclarar mi criterio. Atrapada entre el impulso de la actualidad y la apatía general que me envuelve desde hace tiempo, he encontrado en esta polémica la unión de varias pasiones que me mueven desde hace tiempo: la política (ha creado nuevos factores que influyen en la toma de decisiones), Internet (fue la vía que encontré como salida profesional y forma de expresar mis opiniones –sobre todo en Twitter-) y la cultura (qué decir de su valor…).

Todo el embrollo tiene para mí ciertos elementos importantes, más allá de que la situación de la “industria cultural” (expresión que etimológicamente podría poner en duda).

En primer lugar y lo más importante es que los ciudadanos (aunque pretenda disfrazarse por otros intereses) han tumbado una decisión política que parecía triunfante. Lo más importante en este proceso fue que más allá del fondo (la problemática con la distribución de contenidos culturales, como prefiero llamarlo), la gente protestaba por la forma en que los políticos, de nuevo, hacían lo que querían sin contar con la opinión del pueblo (a quien se supone que se deben, aunque sea remotamente).

La disposición final segunda de la Ley de Economía Sostenible es una regulación que la clase política pretendía colar por la puerta de atrás y llevar a cabo de una forma totalmente reprobable (como la ley no nos gusta, ¡resolvámoslo por vía administrativa!). El ciudadano, racional y coherente (los internautas, que dicen, que en realidad son los cañeros, los incendiarios…) fue quien paró la aprobación, marcando un precedente político.

En realidad, un acto de democracia participativa, hablemos claro; un bofetón al modelo representativo que ordena sin filtro, ni criterio, vendido a intereses, que entonan el “todo vale”.

Se ha hablado mucho últimamente de las redes sociales y de la exposición de la información de las personas (o afrenta a la intimidad). Javier Marías tituló un texto que escribió en este sentido hace tiempo ‘Red de pardillos’, con comentarios que, personalmente me dejaron descolocada, tales como que la Dictadura enseñó a su generación a considerar el riesgo de que se supiera quiénes son.

A mí me asusta que a estas alturas tengamos que escondernos. Me parece que se están consiguiendo cosas gracias a que la libertad de expresión reine en Internet. Somos todos y creo que son los políticos o las empresas los que tienen que temer a los ciudadanos. Hace poco hemos asistido a cómo Twitter fue (obviamente quienes están detrás de forma más activa) el protagonista de la protesta de la sociedad ante la necedad de los políticos. Allí pronunciaron su opinión y transformaron, de forma insólita, un proceso que parecía unidireccional.

Por último, está el tema de la cultura y su distribución. Tengo que empezar diciendo que veo películas en Seriesyonkis y que no me parece mal, ni injusto que estos portales se beneficien de proveer a la gente contenidos culturales. Han sabido ofrecer a la gente lo que quería en el momento adecuado y no voy a ser yo quién juzgue más allá. También voy al cine siempre que puedo y me compro películas originales, sobre todo cuando tienen un precio razonable.

Todo ello no obsta para que entienda que el contexto deba cambiar y que, para ello, se haga de una manera progresiva y poniendo a todos de acuerdo. Porque estamos en el mejor momento para no hacer las cosas de cualquier manera y es una buena noticia que esto sea así. En mi opinión, gracias a Internet

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