sábado, 13 de marzo de 2010

Letras con sabor a nostalgia, que no despedida


Entre una papelera y motos aparcadas en la Plaza de Anton Martin, fue consciente por primera vez de que te ibas. Una plaza llena de gente, desde mis ojos solitarios y mi mirada despistada, me recordara siempre a ti. No puedo ser egoista y pedir que te quedes en las calles de Madrid conmigo, pues me puede mas el querer que te comas el mundo, que sigas tu camino y seas una persona libre.


En aquel lugar, anoche, pense en lo cerquita que estaba lavapies, destino de domigos tristes, que han sido para mi grandes dias por tu compañia y una peli, por una simple conversacion mas interesante de lo que he tenido en otros lugares durante años.


Pense en Malasaña, nuestra casa, nuestro mundo, nuestra vida... y te vi como una maestra que me ha enseñado en vivir en la calle, a ver las cosas de una forma natural y sencilla, como una manera de rebelarnos, de sentirnos libres. Senti que dos fuerzas nos habian unido y nos habian hecho mas autenticas; tu herencia de tirada y mis ganas de mantener conversaciones sin forzar mi voz, encaminadas ambas a un solo objetivo: hablar, no dormir, no pensar demasiado en las cosas que no nos gustan, volar...


Eres una de las personas que han hecho que mi vida sea un sueño. Me has querido persona y me has ayudado sin querer influir en mis decisiones, tras una manta de compresion y cariño que nunca me quitare.


Eres, en gran parte, Madrid, mi espacio, donde las fantasias pueden cumplirse. Eres imprescindible y a pesar de que te ya te echo de menos y lo hare cada fin de semana, nunca jamas dejare de verte ahi, en la calle, conmigo, como si el tiempo, que no existe,a los buenos momentos vividos, no los dejara ir.

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